Mi foto
Jerez de la Frontera, Cádiz, Spain

BIENVENIDOS A MI BLOG

En esta página encontrarás evocadoras fotografías antiguas procedentes de mi archivo particular, así como otras actuales de las que soy autor. También vídeos, artículos, curiosidades y otros trabajos relacionados con la historia de Jerez de la Frontera (Spain), e información sobre los libros que hasta ahora tengo editados.

In this page you will find evocative ancient photographies proceeding, as well as different current of my file particular of that I am an author. Also videoes and articles related to the history of Jerez (Spain) and information about the books that till now I have published

No están reservados los derechos de autor. Puedes copiar lo que quieras, aunque es preceptivo citar la fuente.
No rights reserved copyrights, you can copy anything you want just by citing the source

Leyenda de la imagen de la Virgen de Consolación


           


Nuestra Señora de Consolación
Una bella capilla que se sitúa en la intercesión de las dos naves del Real Templo de Santo Domingo de Jerez de la Frontera, en la que habitualmente se celebran las misas y demás ceremonias religiosas, ya que es el único lugar donde existe visibilidad total desde cualquier ángulo de este templo cuya planta tiene forma de T, es la Capilla de Consolación.
Su capilla
            Dicha capilla se construyó en 1537 a expensas de un noble jerezano llamado Jácome Adorno, siendo realizada por Pedro Fernández de la Zarza, alarife que tan magníficas intervenciones tuvo acerca de la construcción del templo de San Miguel por esa misma época como es su incomparable Capilla del Socorro. El interior de la Capilla de Consolación es un espacio barroco que puede contarse entre los más interesantes de la ciudad. Fue remodelado en los años setenta del siglo XVIII, realizándose el actual retablo para la imagen de la Virgen de Consolación a cargo del gran tallista jerezano Andrés Benítez. En cuanto a la imagen de la Virgen, motivo y eje central de la capilla, es una obra gótica de pequeño tamaño realizada en alabastro en el siglo XV, la cual se muestra sobre un trono de plata del siglo XVIII, tirado por dos bueyes. Un escudo de piedra, blasón de los Adorno, preside la parte superior de fachada de la capilla de Consolación, así como otros dos en cada enjuta del arco de dicha fachada,  ello indica inequívocamente  el patronazgo de esta familia sobre la capilla.
                Hasta aquí una breve descripción del lugar donde se venera esta advocación de la Virgen María co-patrona de la ciudad de Jerez y patrona de la abogacía jerezana de encendidas devociones a lo largo de la historia,  y que en épocas pretéritas era sacada en procesión cada 8 de septiembre  en su festividad.  En los tiempos modernos solamente la hemos podido verla salir en procesión el 20 de abril de 2013 con motivo de aquella magna celebración mariana denominada “Vía Lucis”
La leyenda
Ahora vayamos a la interesante leyenda sobre la que se basa la llegada a Jerez de dicha imagen. Como en cualquier otra leyenda, en ésta puede haber una base cierta a la que la fantasía popular a través de los años fue poniendo aditamentos más o menos fantásticos los cuales, mediante la tradición oral, se transmitieron de generación en generación hasta convertirse en creencia. Y este es el caso de la imagen de Nuestra Señora de Consolación.
La leyenda cuenta que, a mediados del siglo XV, por aguas del Mediterráneo y con rumbo a España navegaba un noble caballero genovés llamado Doménico Adorno. A caer la noche en el golfo de Rosas frente a la costa catalana, se levantó un horrible huracán que desarboló la nave dejándola a la deriva a merced del viento y de enormes olas. Los tripulantes del barco viéndose perdidos en la tempestad se encomendaron a la Virgen María, rogándole les salvara de aquel peligro extremo. Momentos después divisaron en la lejanía un vago resplandor que lentamente se acercaba a ellos. A medida que hacia la embarcación avanza aquella luz la violencia de las  olas fue perdiendo fuerza e intensidad. El temporal amaina y pronto pueden distinguir dos luces que suavemente se deslizan por el mar hasta llegar al costado del barco. Entonces echan un bote al agua y, al entrar en contacto con las luces, vieron asombrados una pequeña imagen de la Virgen. Doménico Adorno cogió la imagen entre sus brazos, subió a su nave y, entre aclamaciones de la tripulación, entrega a la Virgen el gobierno del barco y todos se van a descansar. Extenuado, Adorno queda profundamente dormido oyendo en su sueño a la Virgen que le dice: “Llévame a Xerez, al convento de los frailes predicadores que voy para consuelo de los jerezanos”.
Al clarear el día, los marineros despiertan y observan asombrados que en tan pocas horas los vientos y las corrientes habían arrastrado la nave inexplicablemente hasta la desembocadura del Guadalete en Puerto de Menesteo, hoy Puerto de Santa María. Desembarcan, y desde allí la imagen de la Virgen fue conducida a Jerez en una humilde carreta tirada por dos bueyes.
Pintura mural en la capilla de Gracias que representa
 la leyenda de la Virgen de Consolación
La llegada a Jerez 
Al llegar a la Ermita de Guía hizo alto el cortejo y Doménico Adorno procedió a colocar la imagen en el altar de su capilla, comunicando a continuación a la ciudad la nueva de la milagrosa visita. Preguntó quienes eran los frailes predicadores y le dijeron que los franciscanos se dedicaban a la predicación. Poco después llegó a la Ermita parte de la comunidad de franciscanos acompañada del Cabildo y numeroso público con la intención de llevarse la imagen al convento franciscano. Cosa que no fue posible ya que de ninguna manera pudieron mover la imagen del lugar donde estaba colocada.
Los dominicos, a los que más tarde llegó la sorprendente  noticia, acudieron también a la ermita. Después de orar postrados ante la imagen, fácilmente pudieron trasladarla a la carreta para conducirla a su convento. Pero como los ánimos de la gente no estaban a favor que la Virgen se fuera a Santo Domingo, lo frailes optaron por una sabia solución: dejar a los bueyes que libremente caminasen y fueran donde la voluntad de la Virgen les condujera.
Pasaron por varios templos sin que en ninguno parasen lo bueyes. Pero al llegar a Santo Domingo los animales se detuvieron instintivamente sin que fuese posible que dieran un paso más a pesar de los esfuerzos realizados para conseguirlo. De este modo los padres dominicos recibieron la bendita imagen entre aclamaciones y júbilo del numeroso público que presenciaba la escena. De esta manera la venerada imagen fue colocada en una capilla existente en el mismo lugar en el que se encuentra actualmente.
De encendidas devociones
En el siglo XVI un descendiente de Doménico Adorno, Jácome Adorno, mandó edificar a sus expensas la capilla en la que actualmente se encuentra. Ya que la devoción a esta imagen  se difundió rápidamente y gracias a su mediación se conocieron numerosos favores, en especial la curación de enfermos, sequías, epidemias o liberación de cautivos, hechos por los que en el año 1.600 fue votada como co-patrona de Jerez junto a la Virgen de la Merced. Tanto creció la devoción del pueblo jerezano hacia Nuestra Señora  de Consolación que pronto hubo de ampliarse la nave del Rosario, la que da a la Alameda Cristina, hasta las dimensiones que actualmente posee, derribándose previamente una qubba almohade allí existente. Posteriormente, en el siglo XVIII, se labró la hermosa fachada renacentista que da ingreso a este ala del templo dominicano.
Santo Domingo, portada de Consolación
Cuentan las crónicas que en octubre 1823 durante su estancia en Jerez del Rey Fernando VII y su esposa María Josefa de Sajonia, ambos acudieron al convento de Santo Domingo para orar y oír misa en la capilla de la Virgen del Rosario, teniendo ocasión de ver y admirar la imagen de  la Ntra. Sra. de Consolación que, por su pequeño tamaño y belleza, llamó poderosamente la atención de la soberana. Cuentan que la reina la miró y admiró cogiendo en sus manos la imagen con su corona de oro y diamantes, pero que sobre todo le hicieron mucha gracia los bueyes y la carreta de plata sobre la que se asienta.
Una historia, en parte leyenda y en parte realidad, pero lo cierto es que coincide en lo sustancial: Doménico Adorno trajo la sagrada imagen a Jerez desde su Génova natal. Una imagen que llegó a convertirse en un gran foco espiritual para los jerezanos, motivo incluso de peregrinaciones venidas de lugares alejados. Como decía en cierta ocasión nuestro buen amigo Eduardo Velo, una historia que habría que hacer revivir para todos aquellos que buscan consuelo en sus aflicciones, para que las nuevas generaciones no olviden que en Jerez existe una Virgen pequeñita pero con una devoción histórica muy grande.

Antonio Mariscal Trujillo


Doña Blanca de Borbón


Posiblemente sean muchos los que sepan que la populosa y comercial calle Doña Blanca de Jerez debe su nombre a la desventurada reina doña Blanca de Borbón, esposa que fuera del rey Pedro I el Cruel, la cual fue mandada asesinar por su esposo y enterrada en la cercana iglesia de San Francisco. Pero quizás sean menos los que conozcan la historia, por ello nos vamos a permitir ocuparnos de este hecho.
Existen algunas divergencias sobre la vida y el triste fin de aquella desgraciada reina que encontramos en las distintas fuentes que tratan este tema. Hemos consultado diversas obras como: Historia de Jerez y de los reyes que la dominaron del Padre Rallón, Monumentos de Jerez de Grandallana, Historia de Jerez de Adolfo de Castro, Crónica del rey Don Pedro de López de Ayala, Historia de Jerez de Bartolomé Gutiérrez o Historia del Alcázar de Jerez de Fernando Monguió, así como algunos  artículos de prensa histórica y de Wikipedia al objeto de exponer aquí algunos apuntes que nos acerquen de forma clara y a la vez concisa sobre este interesante hecho histórico sucedido en  nuestra ciudad.
Casamiento y reclusión
            El rey Pedro I llamado el Cruel por unos y el Justiciero por otros, nacido en 1334, fue hijo de Alfonso XI a quien sucedió en 1350. En 1353 contrajo matrimonio con doña Blanca de Borbón y Valois, una de las siete hijas del francés Duque de Borbón, a la cual abandonó a los tres días de la boda entre gran escándalo de la Corte. Aunque no está claro los motivos de este proceder, todo apunta a que el monarca después de haber recibido una sustanciosa dote por parte del padre de la novia, seguía estando enamorado y mantenía relaciones con doña Isabel de Padilla, al parecer consentidas por el marido de ésta don Alfonso de Alburquerque.
            Reseñan los historiadores que Doña Blanca era mujer hermosa, blanca, rubia, esbelta, de buen donaire y con la alegría y el candor de sus 18 años de edad. De nada le sirvió a aquel monarca el pudor y candor de su joven esposa, dado que a los tres días la abandonó para seguir sus amoríos con Isabel de Padilla, empeñándose en repudiar a su legítima esposa recluyéndola en el Castillo de Arévalo donde comenzó su calvario. Por defenderla públicamente el obispo de Segovia tuvo que exiliarse en Portugal. Inútil fue la mediación del Papa, quien influenciado por el Cardenal de Bolonia solicitó la libertad de la reina al rey don Pedro. Ello provocó que para mayor seguridad ordenase que Doña Blanca fuese trasladada al Castillo de Sidueña, conocido por dicha causa como Castillo de Doña Blanca. Tiempo más tarde la reina sería recluida en el Alcázar de Jerez donde terminarían sus días.
Del cautiverio a la muerte
            Cuenta la historia que conociendo el rey las censuras de los nobles de la corte y los romances que hacían los escritores en contra del martirio que sufría Doña Blanca, encargó a su médico privado que la envenenase, hecho al que se opuso el alcaide del Alcázar Diego Ortiz de Zúñiga, el cual prefirió renunciar a su cargo antes de permitir tal villanía.
            A la renuncia de Ortiz de Zúñiga fue encomendada tan sucia misión al un nuevo alcaide, el ballestero Juan Pérez de Rebolledo, el cual aceptó la misión sin el menor reparo. No se sabe de qué forma acabó éste con la vida de Doña Blanca, si fue con alguna pócima, un golpe de maza, apuñalada o cualquier otro procedimiento. Y aquella joven mujer, reina de España, hija de Borbón y descendiente de los reyes de Francia dejó de existir en el año 1361 a los 25 años de edad tras siete años de cautiverio.

Ni quito ni pongo rey
     Conocida en Francia la noticia del triste final, salieron para España varios caballeros franceses con su gente sedienta de venganza, entre ellos un hermano de la difunta, los cuales ingresaron en el ejército de don Enrique de Trastamara, hermanastro de don Pedro al que disputaba la corona. Entre estos caballeros figuraba el célebre Bertrand Du Guesclin  que en Montiel pronunció la famosa frase: “Ni quito ni pongo rey sólo ayudo a mi señor”, que como es sabido fue la causa que la corona pasara a manos de Enrique II por la muerte en aquel acto del rey don Pedro a manos de éste su hermanastro.


Cuando Jerez fue ocupado por los partidarios del Trastamara,  era alguacil mayor de Jerez Alonso Fernández de Valdespino, el cual, aunque en principio partidario de Don Pedro, se pasó al bando de los enriquistas. Su primera acción fue retener prisionero  en su casa a Pérez de Rebolledo, capturado cuando huía hacia Medina Sidonia, hasta su traslado a Sevilla, donde sería ejecutado como autor de la muerte de la esposa de Pedro I, Doña Blanca de Borbón. El ballestero fue ajusticiado en Sevilla, su cuerpo arrastrado por las calles y luego descuartizado. Hemos encontrado una referencia en cuanto a que los restos de Rebolledo fueron traídos a Jerez por su familia y enterrados en la capilla que llamaban de los Picaños en San Marcos.

Epitafio en San Francisco
            En cuanto a los restos de Doña Blanca, fueron depositados en la capilla mayor del templo de San Francisco de Jerez al lado del Evangelio. Y ello fue porque la reina había manifestado tal deseo cuando desde los torreones del Alcázar veía dicha iglesia. Cuando los Reyes Católicos visitaron Jerez en 1483, la reina Isabel ordenó se le diera sepultura al pie del altar mayor y se le rindieran los honores de reina. También ordenó poner una lápida de mármol con la siguiente inscripción:
“Consagrada a Cristo Sumo Bienhechor y Todopoderoso Señor Nuestro, Doña Blanca Reina de la Españas, hija de Borbón descendiente del ínclito linaje de los reyes de Francia, fue grandemente hermosa de cuerpo y costumbres, mas prevaleciendo la manceba, fue muerta por mandato del rey D. Pedro I el Cruel su marido. Año de Salud de 1361. Siendo ella de 25 años de edad”.

            Cuando se reedificó el templo de San Francisco a finales del siglo XVIII, hay noticias que los restos de Doña Blanca fueron depositados en una caja de cedro, guardándose en la celda del prior. Con el advenimiento de la Primera República en 1873, la caja de cedro fue depositada en el Archivo Municipal regresando al convento de San Francisco el 24 de febrero del año siguiente, colocándose en una pequeña cripta en el lado izquierdo del altar mayor.
La última noticia sobre la existencia de la mencionada caja nos la aporta en 1910 el que fuera archivero municipal Adolfo Rodríguez del Rivero, el cual dice que en esa fecha bajó a la cripta junto al entonces alcalde, el marqués de Campo Real, y allí estaba una desvencijada caja con los restos de aquella reina. Dentro de la misma, cuenta, había una lata que contenía un pergamino imposible de tocar pues se deshacía, dado su estado de descomposición. En cuanto a la lápida mandada a grabar por la reina Isabel la Católica se encuentra actualmente adosada al muro de la parte izquierda de presbiterio.

¿Jerez o Medina Sidonia?
Para terminar diremos que existen divergencias sobre el lugar donde fue asesinada esta reina, pues algunos historiadores sitúan el hecho en un torreón de la muralla de Medina Sidonia. Esta tesis, pensamos, se basa sobre todo en una placa que mandó colocar en dicho torreón en 1859 el heterodoxo escritor Mariano Pardo de Figueroa, más conocido por su seudónimo de “Doctor Tebussem”, en la cual se podía leer: “En esta torre estuvo presa y acabó sus días a manos del ballestero Juan Pérez de Rebolledo, en el año 1361 la virtuosa reina doña Blanca de Borbón esposa de Pedro de Castilla”  Si nos atenemos a algunos hechos resulta fácil deducir que no fue en Medina Sidonia donde tuvo lugar el suceso, por las siguientes causas: En primer lugar Juan Pérez de Rebolledo era alcaide del Alcázar jerezano y no de Medina cuando ocurrió el acontecimiento, y de hecho se le apresó cuando huía de Jerez camino de Medina Sidonia a la altura de la laguna. En segundo lugar, como decíamos anteriormente, la historia cuenta que la reina veía desde su encierro el templo de San Francisco y manifestaba querer ser enterrada allí. Por último no existe ningún documento, al menos que se sepa, que indique el traslado del cadáver de la reina a Jerez desde Medina Sidonia. También es posible la confusión al hecho de haber estado Doña Blanca recluida durante algún tiempo en el Castillo de Sidueña o Sadunia al pie de la Sierra de San Cristóbal, denominaciones que emanan de Saris Siduna,  nombre de Jerez en el Medievo, y ello puede relacionarse erróneamente con Medina Sidonia. El caso es que mientras no se demuestre lo contrario de forma fehaciente y, por las razones anteriormente expuestas, la muerte de Doña Blanca la deberemos situar en Jerez. 

Transformación urbana de Jerez con motivo de la construcción de bodegas

Bodega del Marqués de Misa en 1898 preparada para
almuerzo a la escuadra francesa atracada en Cádiz 
Desaparecida bodega de calle Ponce
Bodegas dieciochescas
CON la llegada del siglo XVIII los vinos de Jerez eran ya reconocidos internacionalmente por su calidad, por lo que el aumento de las exportaciones llegaron a aumentar enormemente. Hasta esa época la estructura arquitectónica bodeguera se centraba en su mayoría en el modelo de bodega de mediano tamaño en la zona de intramuros, unos trescientos metros cuadrados de superficie o más con techos abovedados sostenidos por resistentes columnas de granito para soportar el peso del granero existente en el piso superior. Junto a ella se alzaba normalmente la vivienda de su propietario, generalmente dueño también de tierras de labor y viñedos, que de esa manera podía estar pendiente día y noche de su cosecha. Actualmente están inventariadas, según mis datos, unas 17 bodegas-granero de esa época. Un ejemplo representativo es la situada en plaza de las Cocheras que hasta hace pocos años se usó como restaurante. La misma está unida por un almizcate a la casa nº 2 que debió ser la vivienda de su propietario. Como decíamos eran las más numerosas, aunque ya en esa época existían algunas con tres o cuatro naves similares a las que hoy las conocemos. 

UnJerez decimonónico

     A causa del auge experimentado por el negocio del vino en Jerez hace necesario en aquellos momentos edificar nuevos cascos bodegueros, ahora de mayor capacidad, al objeto de hacer frente a la continua demanda de los caldos jerezanos desde el extranjero. Remontándonos a finales del siglo XVI, diremos que Jerez sufrió una enorme reducción en su población por diversas causas, hasta el punto que barrios enteros quedaron despoblados e incluso desaparecen como fue el de Picadueñas. Y la ciudad no vuelve a crecer en su perímetro urbano hasta la segunda mitad del XIX con la creación de un barrio en la finca denominada Vallesequillo, el conocido más tarde como Mundo Nuevo. Sin embargo, el creciente auge en el comercio del vino hace que numerosas familias enriquecidas con dicho negocio comiencen a edificar buenos edificios a extramuros para su residencia. Magníficas casas y palacios van surgiendo, entre otras, en las calles Caballeros, Pedro Alonso, Cruz Vieja, Albarizuela, Porvera, Llano de San Sebastián etc. Aparte de estas, las demás construcciones de dicha época sólo son bodegas. 


Imagen bodeguera a principios del siglo XX
Las bodegas catedrales del XIX
    El gran desarrollo en la construcción bodeguera sería a finales del XVIII, cuando Juan Hauríe tras ganar el histórico pleito al Gremio de la Vinatería que impedía almacenar vinos para envejecerlos, decide dedicar miles de metros cuadrados de superficie en un barrio ya muy degradado desde el siglo anterior como era el de San Mateo. Al ocupar estas bodegas, lugares donde hubo molinos, corralones y muladares, casas en ruina y alguna que otra calleja, impidió que el barrio se pudiera recuperar del funesto siglo XVII en cuanto a habitantes al llegar épocas de prosperidad. Calles como Valderrama, San Ildefonso, San Blas, Cordobeses, Rincón Malillo, Colores, Plaza del Cubo etc. discurren desde el final de la centuria exclusivamente entre bodegas. Otras como Justicia, Liebre, Campanillas o Cabezas sufren menos esta transformación urbana, pero ninguna de ellas se salvará de poseer algún almacenado de vinos. Ello ocurre también aunque en menor medida en collaciones de San Marcos y San Juan. Tampoco se escapa a esta vorágine el exterior de la vieja muralla almohade, en la calle que hoy conocemos como Muro. Entre sus torreones y lienzos también se adosan nuevas bodegas. Todo ello hace que, ante las numerosas peticiones hechas al Cabildo por los curas de las collaciones afectadas para que paren las nuevas construcciones de intramuros, el Ayuntamiento se vea obligado en 1794 a tomar un acuerdo encaminado a proteger estas collaciones de la preocupante despoblación que están sufriendo, por lo que pide al corregidor el cese en la construcción de nuevas bodegas y proponiendo se hagan en las zonas de extramuros. 

Cinturón industrial


      A mediados del siglo XIX la industria vinícola jerezana es ya imparable, el negocio sigue creciendo y nuevas firmas aparecen en el panorama económico local, cada una de ellas va ampliando su parcela de negocio y ganando nuevos mercados. Es entonces cuando comienza a surgir un cinturón industrial de enormes naves bodegueras alrededor de todo el perímetro de la ciudad. En calle Lechugas, tierras que un día pertenecieran a la Orden Militar de Santiago, Ruiz Hermanos levanta su complejo bodeguero. En la zona de Capuchinos las firmas Paúl y Wiliams & Humbert. Pemartín, Wisdom & Warter y Valdespino en la Manga del Toril, hoy calles Pozo Olivar y Pizarro. En la de Lealas Sánchez Romate. En el Ejido, actual zona de Madre de Dios, las de Díez Hermanos y Vergara-Gordon. Entre las calles Arcos y la antigua Huerta de Terry el acaudalado Manuel de Misa y Bertemati compra la bodega de Fernández y González en la que además levanta una de las más grandes naves conocidas hasta entonces: La Grande, con sus 133 metros de longitud por 35 de ancho y una altura hasta entonces desconocida, baste decir que en su interior se celebraron unas carreras de caballos antes de llenarla de botas. Por su parte, el acaudalado pariente y yerno del anterior, Manuel Bertemati y Troncoso, construye a sus expensas en 1875 la anterior a la actual plaza de toros de Jerez, edificando a su alrededor una serie de cascos de bodegas algunos de las cuales todavía existen, al menos las fachadas. J.M. Rivero tiene sus bodegas en calle Valientes y absorbe en su interior otra vieja calle llamada Roalabota para, ya entrado el siglo XX, establecerse en las calles Molino de Viento y Sancho Vizcaíno. Manuel A. de la Riva y Palomino & Vergara establecen sus complejos, el primero al final de la calle Arcos y el segundo en calle Cartuja. El marqués del Real Tesoro adquiere unas magníficas naves en calle Pajarete donde instala su negocio vinatero, al igual que el gaditano Agustín Blázquez que lo hace en entre el paseo de Capuchinos y Santo Domingo. González Byass entre el Alcázar y la Alcubilla; Patricio Garvey en calle Guadalete absorbiendo dentro de sus instalaciones otra vieja calle, la de Orca. Bobadilla en los terrenos que habían pertenecido al convento de la Merced. Y más recientemente en calle Clavel lo hacen Hidalgo y Delage.; Y así un largo etcétera hasta ocupar entre todas una superficie equivalente a 38 campos de fútbol.


    Y la ciudad de Jerez siguió creciendo, pasando de una población que rondaba los cuarenta mil habitantes en la primera década del siglo XIX, a los150.000 en 1965, por lo que la expansión urbana desbordó el cinturón industrial y las bodegas volvieron a quedar dentro del casco urbano. Y ahí han seguido conviviendo en armonía con el vecindario, por una sola razón: la industria del vino no produce humos, ruidos, malos olores ni otras molestias propias de una actividad fabril. 


El ocaso del patrimonio bodeguero

    A la finalización de la década de los ochenta del pasado siglo XX fue cuando todo comenzó a cambiar. Se inició una destrucción masiva del patrimonio industrial bodeguero, entre otras causas porque que los terrenos que ocupaban se habían convertido en algo muy valioso al ser transformado en suelo residencial. Se derribaron muchas de las monumentales 'catedrales del vino' como se les ha dado en llamar o bien fueron dedicadas a otras actividades. Se desmantelaron evocadoras y bellísimas bodegas incluidos sus patios y jardines como los Wiliams & Humbert, Garvey, Agustín Blezquez o Palomino & Vergara para construir en su lugar bloques de viviendas, viales o zonas comerciales. Otras circunstancias socioeconómicas como la salvaje huelga del sector de la vid de 1991, la expropiación del grupo de Rumasa en 1983, así como determinados intereses en los que no vamos a entrar, aceleraron el proceso destructivo de esta singular arquitectura bodeguera cambiando por completo la fisonomía de la ciudad, e incluso hasta el singular aroma de su aire. A cambio se construyeron otros nuevos y grandes complejos bodegueros en la zona sur como Las Copas de González Byass o Bodegas Internacionales de Rumasa al sur. Al oeste las del Grupo Estévez y La Mezquita de Domecq. Otras nuevas bodegas como Bobadilla en la carretera de Sanlúcar y Croft en la de Circunvalación, no han durado como tal más de cuarenta años, actualmente están vacías y en espera de la correspondiente reutilización del suelo que ocupan. 

Moderna bodega del grupo Estevez



Fuentes: González Gordon M. Jerez - Xerez - Sheris, Imp. Padura, Jerez 1935. De las Cuevas, Jesús y José, Vida y milagros del vino de Jerez. Editorial Sexta, Jerez 1979. Julian Jeff, El vino de Jerez, Servicio de publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz 1992. La construcción de la ciudad bodega. Jerez, siglo XIX Tesis Doctoral del arquitecto José Manuel Aladro Prieto (a quien agradecemos su asesoramiento), Sevilla 2012.